El desafío del Lutier

“Seres humanos, vegetales, o polvo cósmico, todos bailamos al son de una tonada misteriosa entonada en la distancia por un intérprete invisible”
(Albert Einstein)

Como muchos jóvenes que aman la música, Brian Harold May antes de convertirse en el guitarrista del grupo británico Queen, soñaba con tener una guitarra única, que le permitiera obtener sonidos similares a los de los músicos que seguía y admiraba. Al cumplir los 16 pensó que era el momento de cambiar su guitarra acústica por una Gibson Les Paul Dorada o una Fender Stratocaster. Pero el dinero no alcanzaba.

Antes de resignar su sueño decidió fabricar su propia guitarra. Con la ayuda de su padre, que era ingeniero electrónico, puso manos a la obra y empezó por convertir en taller una habitación de la casa que habitaban. Después de dos años de labor nacería la “Red Special”, instrumento que viajaría por el mundo junto a su co-creador durante alrededor de medio siglo, transformándose en un ícono musical para varias generaciones de fans.

Brian May, famoso no sólo como guitarrista sino también como compositor de un gran número de éxitos del polifacético grupo Queen, era licenciado en Física y Astronomía del Imperial College de Londres. Si bien había interrumpido la preparación de su tesis cuando Queen comenzaba a ganar éxito, la retomó 30 años después, obteniendo el grado de doctor en Astrofísica en 2007 otorgado por esa casa de estudios.

Curiosamente, May rozó lo que en el Medioevo se dio en llamar la cuádruple vía hacia la sabiduría (quadrivium). Según esta concepción, la música, la aritmética, la geometría y la astronomía eran modos de acercarse a la sabiduría. El músico y astrofísico sin duda las manejaba bien a todas. De lo contrario, ¿cómo calculó, diseñó y construyó la exitosa “Red Special”?

En clave de lutería

Si bien todos podemos fabricar un instrumento musical más o menos complejo según nuestras habilidades, el lutier es quien se dedica a construir, reparar o restaurar instrumentos musicales de un modo profesional. Aunque la acepción francesa del término luthérie definió originalmente a quienes trabajan con instrumentos de cuerda, en la actualidad se denomina lutería (sin h intermedia, según la Real Academia Española) a la construcción, reparación o restauración de instrumentos musicales en general.

No es fácil saber quién fue el primer lutier. El origen de los instrumentos musicales es indeterminado. La Biblia, que recopila textos escritos entre 900 a.C. y 100 d.C., menciona la existencia de artesanos que construían sus instrumentos fabricados a mano con madera, piel de animal tensada, metal, cuerno y hueso, e incluso con incrustaciones de marfil, con cuerdas de fibra vegetal o de tripa animal.

Este oficio-arte, que despuntaría durante el Renacimiento (siglos XV y XVI), encontró su apogeo en la ciudad de Cremona, Italia, y logró perpetuarse como profesión con la obra de Antonio Stradivari (creador del violín Stradivarius), Giuseppe Guarneri y Nicolo Amati. Todos ellos eran grandes violeros, tal como se denomina a quienes construyen violines y otros instrumentos de cuerda frotada, como la viola y el violoncello. Y tanto ellos como las escuelas que formaron han buscado realizar instrumentos únicos, por su sonido o por su belleza estética.

¿Pero cómo es ser lutier en pleno siglo XXI? Según parece, a pesar de la automatización de muchos otros oficios, la lutería sigue siendo una actividad reconocida, alimentada por la ilusión de intérpretes y músicos de acceder a objetos únicos, de culto. Verdaderos fetiches.

“Si bien hay trabajos que son más manuales, y otros más mecanizados, el control del artesano sobre la máquina es lo que diferencia un proceso artesanal de uno industrial”, dice en una entrevista radial Ángel Sampedro del Río, secretario de la Asociación Argentina de Luthiers1. Además, mientras que en una fábrica de guitarras una persona se ocupa de la caja, otra coloca el mango (también conocido como diapasón, mástil o brazo de la guitarra), otra rectifica los trastes y así hasta terminar de armarla, en una pieza de autor el artesano se ocupa de todo el proceso.

Lutería en la Universidad

En la ciudad argentina de Tucumán funciona la Escuela de Luthería2 de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), que se especializa en la construcción de guitarras clásicas y violería. Nacida del taller-escuela que fundó el italiano Alfredo del Lungo en 1949, hoy cuenta con más de 200 alumnos que provienen de diferentes provincias argentinas, aunque también de Bolivia, Chile, Colombia, México, Perú y Canadá. De acuerdo con los intereses de cada alumno se puede acceder a los diplomas de Técnico en instrumentos de cuerdas pulsadas, Luthier profesional, o Licenciado en luthería.

¿Qué cambios implica pasar de aprendiz de taller, recibiendo las enseñanzas de un maestro lutier, a aprender lutería en una universidad? ¿Se emplean criterios más homogéneos, más estandarizados, más científicos?

Según afirma Fernanda Tomi, alumna y tutora de lutería en dicha Universidad “La enseñanza en el taller sigue realizándose de manera tradicional; es decir, de maestro a alumno. El cambio más bien se da en la parte burocrática al depender de la Universidad, en lo que hace a cumplir las instancias administrativas (obtención de certificados, correlatividad de materias, regularización de las materias cursadas, entre otros).

Cada parte del instrumento es supervisada por los maestros, quienes, si el tiempo lo permite, enseñan a cada alumno a “sentir” la madera, a “oírla”, a reconocerla por su aroma, colores, texturas, e incluso por su sabor. La única manera de aprender todo esto es con el maestro al lado. También se les enseña a reconocer buenos aceros para luego trabajarlos y así obtener una herramienta óptima que más adelante facilitará la construcción de instrumentos”, explica Fernanda, que es oriunda de Junín de los Andes, en la provincia de Neuquén (Argentina), distante más de 2000 km de Tucumán.

Por otra parte explica que, al pertenecer a la Universidad, la Escuela (palabra que pronuncia con orgullo) los ayuda a organizarse, “algo que a la mayoría de los artistas les cuesta”. Y es que deben cumplir con fechas de entrega, condiciones para finalizar un ciclo y otras formalidades propias de un sistema universitario.

“En cuanto a los criterios, puedo decir que la lutería es como una cocina; hay miles de recetas y técnicas, miles de elementos que se pueden combinar, pero cada uno hace su experiencia y decide cuánto apegarse a una u otra receta, si emplea una sola técnica o un poquito de algunas otras que sepa o invente en el momento, y qué elementos desea combinar para su obra. La experiencia y sus sentidos serán determinantes” —dice Fernanda— y agrega: “Cuando se está creando, lo científico son solo notas, una guía…; la magia verdadera está en quien la aplica y eso los maestros del taller lo saben. No olvidemos que al trabajar con un elemento que aún está “vivo”, todo queda a criterio de éste; cada milímetro de madera es único, por más que pertenezca al mismo árbol”.

Las herramientas que emplean para construir sus instrumentos son múltiples: reglas de varios tamaños, escuadras, calibres, especímetros, compases de punta y de curvas (estos últimos hechos por los propios alumnos), balanzas y cualquier recipiente que sirva de medida es apto para la preparación de barnices.

Gustavo Bellido, egresado de la UNT, señala que en la lutería, además de los aspectos técnicos y artísticos, intervienen la física, la química y la acústica.

La física está presente por ejemplo en la tensión de las cuerdas, los espesores y medidas que confieren al instrumento resistencia y duración con el paso del tiempo.

La acústica, elemento clave para la sonoridad del instrumento, se relaciona con el modo en que vibran las maderas, cómo marcar las curvas, alturas y espesores, para lograr el sonido buscado.

Por otra parte para elaborar los barnices, es necesario asomarse al mundo de la química. Los artesanos utilizan elementos naturales como resinas, aceites, alcohol, trementina, y hasta ácidos.

“Cara a cara” con el instrumento

A la hora de construir, por ejemplo una guitarra clásica, se realizan múltiples mediciones. De los espesores de las tablas que funcionarán como tapas y fondos, de aros o fajas, de mangos y diapasones (donde se digitan las notas musicales en la guitarra), de placas que refuerzan la zona de los clavijeros. Se mide la longitud de cuerda o tiro de cuerda, que varía según el tamaño del instrumento. La altura, que se relaciona con varios elementos estructurales internos de los instrumentos: espinetas, barras, tacos, contrafajas (una tira de madera que refuerza internamente la estructura de los aros al copiar su forma). Y también se miden elementos externos, como la altura de las fajas, puentes y cuerdas. Asimismo debe precisarse la longitud de caja, que varía según los modelos, mango (que afecta fundamentalmente al tiro de cuerda), puente y cejilla o cejuela (que incide sobre la distribución de las cuerdas).

Recordemos que en las guitarras el sonido es producido por la vibración de las cuerdas, cuya energía es transmitida al mango, hacia uno de sus extremos, y a la caja de resonancia, hacia el otro. Como la cantidad de aire que puede desplazar una cuerda es poca, el sonido es amplificado mediante la caja de resonancia. La vibración de las cuerdas se transmite a través del puente a la tapa armónica, que desplaza una cantidad mayor de aire pudiendo producir un sonido mucho más potente que la vibración de una cuerda sola. Al vibrar la tapa armónica, las ondas sonoras se transmiten a su vez al fondo y los aros de la caja de resonancia, los que comienzan a vibrar.

La boca de la guitarra (el agujero de la tapa armónica) también influye en el sonido. La función de todo el sistema es maximizar la intensidad del sonido iniciado al pulsar la cuerda, pero debido al principio de conservación de la energía el “precio energético” se paga es la duración de la vibración.

Consultada sobre qué tipos de ajustes son esenciales realizar a la hora de armar un instrumento, Fernanda explica: “El ajuste clave se da en lo que llamamos la puesta a punto, donde el lutier tiene que equilibrar las medidas estándar, con la mecánica particular del instrumento, y con los gustos del músico que lo va a ejecutar”.

“La puesta a punto óptima consiste en lograr que las notas musicales nazcan a lo largo y a lo ancho de todo el diapasón del instrumento de manera clara sin que afecten en demasía la mecánica del instrumento, afirma. El principio que afecta a la gran mayoría de los instrumentos de cuerda es el mismo: una base plana con una leve curvatura hacia el centro longitudinal”.

“Sobre esta base se eleva una cuerda sostenida por dos elementos en cada extremo que actúan como nodos (o puntos no vibrantes); se deberá tener en cuenta que las frecuencias graves tienden a una oscilación más amplia que las agudas, por lo tanto necesitarán más espacio. Esto genera que en uno de los nodos se produzca una inclinación (en la guitarra esta inclinación se la damos a la cejuela, en el violín se la hace al puente). Es fundamental tener en cuenta la física del instrumento ya que si logramos que las cuerdas tengan una distancia optima al diapasón (altura de cuerda) utilizando una cejuela muy alta o un puente alto, estamos poniendo en riesgo la tapa del instrumento (por lo general construido con madera de pino para lograr una mayor vibración), afectada por el efecto de palanca del mismo puente”, sintetiza.

Hacer camino al andar

No todos los aprendices de lutería eligen formarse en escuelas o academias. Lionnel Genovart, un prestigioso lutier argentino que hace 20 años vive exclusivamente de su profesión, prefiere hablar de alquimia, en vez de química, para referirse a la preparación de los barnices que usa para sus violines. “Las resinas son compuestos orgánicos, productos de los árboles. Dos resinas de la misma marca, compradas en diferentes lugares, se comportan de manera diferente. Me gusta darle espacio a la sorpresa, y escapo a la fórmula de 5 g de esto más 5 g de aquello”, confiesa.

A su atelier llegan pedidos de instrumentos de diferentes países de América Latina y Europa. Para construir un violín invierte 160 horas de su tiempo (“Si no cronometro el tiempo que me demanda, ¿cómo calculo los costos?”) y ha realizado restauraciones de piezas antiguas que le requirieron un año de trabajo.

“La restauración me ha ayudado mucho a entender más a los instrumentos, a conocer las técnicas de los lutieres que intervinieron, sobre todo en los instrumentos más antiguos”, puntualiza.

Autodidacta y poco afecto a la formalidad de las instituciones en lo que a enseñanza de lutería se refiere, cuando empezó, decidió trazar su propio camino. Realizó el secundario en una escuela técnica de inclinación artística, la Fernando Fader. Aprendió escultura, pintura, música (violín) y pasó por la escuela de oficios Manuel Belgrano, donde fue discípulo del lutier italiano Franco Ponzo. Trabajó en distintos talleres de lutería.

“Basicamente en la lutería hoy hacemos lo mismo que en 1600-1700. Lo único que usamos de nuevo es la sierra sinfín, ya que antes se cortaba todo a mano, y disponemos de cepillos que tienen mucha mejor tecnología. El calibre también es mejor. Antes se usaba un comparado; con el calibre actual (espesímetro) podés medir en centésimas de milímetro, lo que para nuestra tarea es una exageración.

Genovart destaca que la globalización puede resultar fantástica desde el punto de vista del fácil acceso a la información. Pero sostiene que eso es un arma de doble filo, desde el punto de vista artístico. “Estuve el año pasado en la Trienal de Cremona, concurso más importante de lutería en el mundo, y me entristece ver cómo se están perdiendo las identidades. La búsqueda de la excelencia lleva a fabricar instrumentos sin personalidad, todos iguales”, se lamenta.

“Para hacer un instrumento único, es necesario animarse a correr riesgos”, concluye.

1,2 Se mantiene la h intermedia ya que así figura en el nombre de ambas instituciones.

¿Lutier a marzo?

¡De acuerdo! le consultó a Fernanda Tomi —una de las 26 mujeres de la carrera de Luthería de un total de 200 alumnos— si existen materias difíciles.

“Considero que la carrera en si no tiene materias imposibles de aprobar, si eso sucede puede deberse a otros factores, no al contenido. Quizás la materia más compleja sea Lutería práctica (la construcción en sí de un instrumento). Aquí influye la falta de material e insumos, el comienzo tardío de las clases, los factores climáticos que afectan negativamente a la madera y los barnices que se utilizan.

Cuando la humedad es elevada no es conveniente pegar, ni barnizar nada; las maderas absorben el agua del ambiente incrementando su volumen, y esto puede provocar futuras rajaduras cuando el material vuelve a su estado natural. En cuanto al barniz lo menos dañino sería que se retarde el secado. Lo más común es que la humedad penetre el barniz y quede alojada entre las capas, formando “manchones” blancos. Recordemos que Tucumán se encuentra cerca del trópico, por lo que sólo cuenta con 2 o 3 meses de humedad por debajo del 60 %.Todos estos factores pueden hacer que la entrega final del instrumento muchas veces no se concrete en tiempo y forma, pero los maestros esto lo comprenden, al momento de evaluar los instrumentos de cada alumno.”

De la vereda de enfrente de la lutería

Los hermanos Kazutaka y Satoshi Itako, ingenieros electrónicos del Instituto de Tecnología de Kanagawa (Japón) y fabricantes de guitarras, han dedicado muchos años a buscar la forma óptima de ese instrumento. En 2012 publicaron un trabajo en Acoustical Society of America centrado en el análisis del efecto del espesor de la madera, el volúmen y la profundidad (espesor) de la caja de la guitarra en la calidad tonal. Fabricaron cuatro guitarras casi idénticas con distintos espesores, comprendidos entre los 58 mm y los 98 mm, y para comprobar la calidad tonal y la de los armónicos de cada instrumento un músico tocó las cuerdas al aire1 en dos estilos de rasgueo. Según la revista Investigación y Ciencia evaluaron el sonido resultante con parámetros objetivos y subjetivos. Los armónicos, o múltiplos enteros de frecuencia fundamental, fueron estudiados con ayuda de un osciloscopio una onda pura posee un solo armónico, pero su sonido se considera estéril y artificial; un mayor número de armónicos, por el contrario, produce un sonido mas rico. Por otro lado, nueve oyentes con formación musical juzgaron la calidad de los respectivos instrumentos. La conclusión: la guitarra que emitió la mejor combinación de armónicos fue la de 68 mm de profundidad.

Más recientemente se propusieron estudiar cómo afecta al tono el diámetro de la boca del instrumento así como la posibilidad de usar algún material sintético (como la fibra de vidrio) para fabricar guitarras de tan buena calidad como las labradas en madera.

Doctor House también en instrumentos

Al lutier Lionnel Genovart le gustan las sorpresas. Eso explicó a ¡De acuerdo! refiriéndose a su metodología de trabajo, más proclive a innovar que a repetir recetas. No obstante, su trabajo en la restauración de instrumentos lo ha sorprendido más de una vez, pero por otros motivos.

“Una tarde me trajeron a reparar dos violines muy antiguos. Me llamó la atención que ambos tenían los mangos rotos. Pero más me asombró la respuesta de su dueña al preguntarle la causa: sus hijos los habían usado para jugar al ping-pong”.

Otras veces recibió arcos de violín para reparar que habían servido de espadas en imaginarios combates al mejor estilo de La Guerras de las Galaxias.

Pero el colmo llegó con un contrabajo. «Al arreglarlo encontré en su interior una rana seca”, cuenta.

En una ocasión, digna de ser consultada con el famoso Doctor House, abrió un instrumento para poder repararlo y encontró un pedazo de cuchilla rota inserto en un borde interno. “Como el cirujano que opera y deja adentro un bisturí, alguien antes había tratado de arreglarlo, pero desistió”.

¹ al aire: sin presionarla con la otra mano contra el mango, en ningún “traste”.

Claudia Mazzeo (Argentina)