Belleza Tóxica

Juan Pablo De Marco, Romina Napoli y Ramiro Pérez (Uruguay).

Lápiz labial, perfume, desodorante, champú, esmalte de uñas, pasta de dientes, crema facial y protector solar. Los cosméticos forman parte de nuestra cotidianeidad y su objetivo es principalmente estético y de cuidado personal. Pero, en algunos casos, pueden generar un impacto negativo en la salud por contener algunos elementos químicos que si sobrepasan ciertos límites resultan tóxicos.

Foto: Andrea Cirilo

El uso de cosméticos se remonta a tiempos lejanos. Papiros encontrados del Antiguo Egipto contienen recetas de delineadores y sombras de ojos, preparados a partir de plantas, minerales y animales. El uso de kohl (sombra de ojos) conteniendo elementos como antimonio y plomo era común en esa civilización. 

En la Antigua Grecia, las mujeres utilizaban cosméticos para rejuvenecer la piel y así revertir los efectos del tiempo. En Roma, en el siglo II, el médico grecorromano Galeno inventó la cold cream, un producto que hasta hoy se utiliza para hidratar y nutrir la piel. 

Antiguas civilizaciones de América Latina incorporaban los cosméticos en sus rituales.  Entre los siglos XIV y XVI los aztecas usaban extracto de achiote —una semilla de un arbusto de color rojizo— como lápiz labial y también como colorante para algunos alimentos.

En el siglo XVI, durante el reinado de Isabel I de Inglaterra, extractos de bayas eran aplicados como rubor para dar una tonalidad rojiza a las mejillas, en rostros previamente empalidecidos con una base de polvo con plomo. Durante ese siglo y los dos siguientes la cosmética se puso de moda, especialmente en Europa, y las rutinas de embellecimiento se volvieron más importantes.   

Durante el siglo XIX las innovaciones en cosméticos fueron impulsadas por el desarrollo de nuevas técnicas de iluminación en el teatro (los rostros blancos que se lograban gracias a la aplicación de polvos con plomo también volvieron a escena) y continuaron a lo largo del siglo XX. 

Actualmente, día a día aparecen nuevos productos con nuevas propiedades, desafiando a los clientes más pretenciosos. Sin embargo, con los avances en distintas disciplinas y técnicas científicas también se fue sabiendo más sobre los elementos químicos y cómo algunos (antimonio, arsénico, cadmio, cromo, mercurio y plomo) pueden llegar a afectar nuestra salud. 

Si bien los antiguos romanos fueron los primeros en identificar el riesgo que implicaba el uso de compuestos de mercurio para teñir el cabello y recomendaban ingerir aceite antes de su uso para evitar problemas estomacales, durante siglos se utilizaron algunos elementos sin que fabricantes ni consumidores supieran de su posible toxicidad.

Salud, ¿en riesgo?

El cuerpo humano necesita de algunos de estos elementos, pero en determinadas cantidades. Si sobrepasan ciertos límites producen efectos tóxicos en el organismo. En muy bajos niveles y de forma puntual algunos incluso se aplican como medicina; por ejemplo, el arsénico aparece en algunos medicamentos que se prescriben para ciertos padecimientos, claro que en cantidades minúsculas. Por eso, en bajos niveles también se aceptan en los cosméticos. 

Quienes utilizan cosméticos pueden estar expuestos a los elementos tóxicos por inhalación, ingesta o absorción en la piel. Si bien a bajos niveles no producen intoxicación, cualquier persona puede acumularlos a lo largo del tiempo debido a una exposición continua. Esto sucede porque el cuerpo humano no es capaz de expulsarlos totalmente: luego de cada uso una parte va a ser excretada, pero otra va a permanecer en el organismo. La acumulación de elementos perjudiciales en el organismo, denominada bioacumulación, puede desencadenar enfermedades graves. Algunos provocan efectos hepatotóxicos (afectan el hígado) y otros repercuten en el sistema nervioso central (provocando temblores, debilidad muscular, irritabilidad, convulsiones, entre otros). El mercurio, por ejemplo, puede causar daños en los riñones mientras que el plomo genera daños cardiovasculares y neurológicos. En general la acumulación de elementos tóxicos pueden derivar en que a largo plazo la persona pueda sufrir algún tipo de cáncer.

La letra chica de los cosméticos 

La presencia de elementos tóxicos en un cosmético puede deberse a dos motivos: porque se adicionan como materia prima con el fin de brindarle un atributo que es valorado por el cliente (color, suavidad), o porque forma parte de la composición de alguno de los ingredientes como una impureza. Es decir, no fue agregado de manera intencional. Por ejemplo, en productos que requieren color, como los labiales, los fabricantes adicionan pigmentos de origen mineral:  azul de Prusia (azul), óxidos de hierro (negro, amarillo y rojo) o azul ultramar (azul), que pueden contener como impurezas un elemento tóxico.

Los organismos nacionales e internacionales que se encargan de velar por la salud pública se basan en la evidencia de estudios científicos (toxicológicos) para establecer la cantidad máxima de estos elementos que puede contener un producto cosmético o de cuidado personal, de manera que su uso no afecte la salud del consumidor. Con el fin de cuidar a los usuarios, los límites máximos permitidos se fijan en concentraciones muy bajas.

¿Cómo podemos saber si un cosmético contiene o no un elemento tóxico? ¿Cómo podemos saber si uno de color verde contiene un pigmento con cromo? Y si es así, ¿cómo podemos saber si la cantidad es menor al límite máximo permitido? A simple vista no se puede. Es necesario recurrir a un análisis químico. 

¿Cómo se miden? 

Uno de los equipos que puede ser utilizado para medir cantidades muy pequeñas de elementos químicos en un producto se llama espectrómetro de emisión atómica. Este aparato es capaz de detectar la presencia de la mayoría de los elementos de la tabla periódica.

Su funcionamiento se basa en que cuando los átomos son excitados por una fuente de energía emiten luz en varias longitudes de onda determinadas, que son características de ese elemento. Son siempre las mismas para un elemento dado, como por ejemplo en el caso del cromo. Con un detector que se parece al de las cámaras de fotos digitales, el equipo divisa esa luz. Cuanto mayor es la intensidad de la luz, mayor es la cantidad de elemento en la muestra.

¿Has oído hablar del estado de materia plasma? Un plasma se caracteriza por tener partículas ionizadas. Se puede utilizar como fuente de energía para excitar los átomos. En el laboratorio, los equipos generan un plasma a partir del gas argón. Este elemento químico, con átomos cargados que se encuentran a una temperatura entre los 5500 °C y 6500 °C, libera una gran cantidad de energía capaz de excitar los átomos y lograr que emitan luz. 

Más ciencia y menos toxicidad

Gracias a los avances en diversas ramas de la ciencia, como la química analítica y la toxicología, actualmente podemos conocer mejor la composición de los ingredientes de los cosméticos y reducir los efectos perjudiciales que pueden tener sobre la salud humana.  

Los avances en análisis químicos, especialmente con la introducción de técnicas instrumentales, permiten la detección de cantidades muy bajas de elementos tóxicos en muestras de cosméticos utilizando equipos especializados, lo que permite ofrecer mayor seguridad a los consumidores. 

Se trata finalmente de controlar el nivel de concentración y evitar el efecto de la bioacumulación. De esta forma, podremos seguir utilizando cosméticos para nuestro cuidado personal y mejorar nuestra apariencia sin sufrir las consecuencias de una belleza tóxica.     


Para controlar si un cosmético contiene elementos tóxicos dentro de los límites permitidos se realizan análisis químicos con ayuda de equipos especiales. 

El plasma que se genera dentro en un equipo de espectrometría de emisión atómica provoca que los átomos emitan luz, lo que permite identificar el elemento y cuantificarlo. Fotos de ensayos
y equipamiento de laboratorio
cedidas por el LATU. 

Foto de rostro maquillado: Silvana Demicheli.