Horas de música

Muchas actividades acompañadas de música resultan más llevaderas. Despertarnos, sortear el pesado tráfico hasta llegar a destino, limpiar la casa, preparar lo necesario para la jornada siguiente y hasta ejercitarse para perder peso parecen resolverse mejor si lo hacemos escuchando música . Sin embargo, el maravilloso sonido de la música en algunas circunstancias puede transformarse en la principal causa de una enfermedad irreversible.

La alarma del celular de Cayetana, una joven de 23 años que vive en San Juan de Lurigancho, el distrito más poblado de Lima (Perú), suena todos los días muy temprano. Hace tiempo utiliza como ringtone (tono de llamada) el sonido de instrumentos de percusión. La presión de una baqueta en los platillos de una batería y un volumen alto le aseguran que se despertará a tiempo. Además, el rock pesado forma parte de sus gustos musicales y le encanta empezar el día así.

La ciencia demuestra que la música nos afecta de muchas maneras, emocional y fisiológicamente. Algunos psicólogos aseguran que para despertar motivados, es recomendable escuchar música que nos ponga de buen humor y nos relaje. Sin embargo puede ser que la música con instrumentos de percusión no sea la ideal para salir de un sueño reparador.

Según Greenberg, psicólogo en la Universidad de Cambridge y de la Universidad de Nueva York, una canción que ayude a la gente a salir de la cama debe cumplir varios requisitos. Las canciones que comienzan en baja intensidad aunque sea solo por unos segundos y después se van animando, ayudan a despertarse de una manera gradual. Una vez que la persona ya está despierta, necesita motivación. Las letras positivas ayudan a transformar la pereza en una actitud más relajada y positiva, mientras que los elementos sonoros de la música también influyen de forma directa en el modo de despertar. Las canciones que enfatizan los golpes 2 y 4 de cada compás permitirán despertarse incluso con buen humor y estar mejor preparados para las actividades. Lo recomendable es no escuchar como primer sonido del día una canción con timbres altos y fuertes. Lo opuesto a lo que hace Cayetana.

Luego de vencer la flojera inicial ella se alista y emprende viaje en bus para ir a su universidad. El camino se ha convertido en una verdadera odisea. En su trayecto de casi una hora y treinta minutos, la rodea el sonido de claxons que provocan el llamado estrés ocasionado por el tráfico. Según los registros del Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA) de Perú, el distrito de San Juan de Lurigancho posee el nivel más alto de ruido ambiental, especialmente en el cruce de las avenidas Malecón Checa con Próceres, una zona altamente transitada que atraviesa cada mañana para llegar a clases. Al ruido del tráfico se suma la música que escuchan la mayoría de quienes van al timón de los vehículos de transporte público en los que viaja, generalmente cumbia y huayno, géneros musicales del folclore peruano.

Frente a esto Cayetana elige aislarse colocándose los audífonos de su celular para escuchar a sus grupos favoritos a mayor volumen: Kiss, Iron Maiden, Slayer y Nirvana. Al llegar a destino, camina hasta su universidad aún “enchufada” a la música de sus amores, que también la acompaña en cada momento libre. No es una exageración cuando sus amigos afirman que solo deja de escuchar música mientras duerme y durante clases.

Sin embargo, este hábito ¿le causará algún problema?

Ondas, membranas y laberintos

El experto en lesiones acústicas José Luís de Vinatea, especialista en otorrinolaringología y conservación de la audición, explica que la música escuchada a volumen alto a través de audífonos durante gran parte del día, produce una enfermedad llamada hipoacusia. Su síntoma es la disminución de la sensibilidad auditiva, además de afectar el habla, el lenguaje y la comunicación. Puede presentarse en forma unilateral, afectando un solo oído, o bilateral cuando ambos son afectados.

Para comprender este efecto negativo es necesario recordar que el sonido es una sucesión de ondas mecánicas que se desplazan por un medio (en este caso, el aire) y que ingresan al oído donde inician un intrincado viaje hasta transformarse en señales electroquímicas que alcanzan el cerebro. Es importante también tener presente que lo que se propaga es energía, con determinada longitud de onda, amplitud y frecuencia, no el aire.

Las ondas viajeras llegan hasta el oído externo e ingresan por un canal (el conducto auditivo, que tiene una longitud promedio de 2,5 cm) hasta el oído medio, una increíble estructura que permite amplificar y trasmitir las ondas sonoras hasta el oído interno. Inicialmente impactan y provocan vibraciones en la membrana del tímpano, detrás de la cual, una cavidad llena de aire oficia de medio para que las ondas sonoras continúen su viaje. Un conjunto de pequeños huesitos —llamados martillo, yunque y estribo— ubicados también detrás de la membrana, inician una serie de movimientos en cadena provocando que las nuevas vibraciones se transfieran por un pequeño orifico (la ventana oval) al oído interno, también llamado laberinto. Compuesto por una serie de tubos, conductillos y membranas, el oído interno es una cavidad inundada de líquido (linfa) que será el medio por el cual ahora viajarán las ondas. En uno de los conductillos se encuentra un órgano fundamental para la audición: el órgano de Corti, receptor de la audición y de la propiocepción (lo que nos permite tener noción espacial y equilibrio). Es allí donde miles de células ciliadas —las cocleares— transforman las señales acústicas en señales electroquímicas que a través de nervios llegarán al cerebro; más específicamente, al área auditiva de la corteza cerebral. El sonido también se transfiere a través de los huesos que rodean al oído, y a nivel de medicina esto se menciona como conducción ósea. La audición se produce recién cuando las ondas sonoras estimulan los nervios del oído interno. La hipoacusia provocada por ruido o por música es la consecuencia de daños producidos a nivel del oído interno.

En física, la intensidad del sonido se define como la potencia acústica que transfiere una onda sonora por unidad de área normal a la dirección de propagación. La percepción que tiene la persona de esa potencia acústica es lo que conocemos como volumen. En la intensidad del sonido también intervienen otros factores, como la superficie de la fuente sonora, la distancia entre ella y el oído, así como también la naturaleza del medio entre ambos (por ejemplo aire, agua).

La unidad de medida que utiliza el Sistema Internacional de Unidades para la intensidad acústica es W/m² (watt por metro cuadrado). Se reconoce como umbral de audición una intensidad de 10-12 W/m², a partir de la cual el oído humano puede registrar sonidos.

Para determinar el impacto del sonido en la salud humana, se utilizan tablas de valores máximos permitidos. Estos se presentan en una escala logarítmica a partir de la cual se determinan los valores que pueden ocasionar daños. Esta escala de medida relativa se presenta en decibeles (dB) y se define como la relación logarítmica entre la presión medida (en pascales) y una presión de referencia (20 µPa equivalentes al umbral de la audición). El uso de los decibeles resulta práctico para expresar parámetros acústicos debido a que la escala lineal es muy amplia y poco manejable, además que la sensibilidad que presenta el oído humano ante variaciones de intensidad sonora se ajusta mejor a una escala logarítmica.

Según explica el especialista, los sonidos con niveles mayores a 85 dB pueden ocasionar hipoacusia después de unas pocas horas, mientras que los sonidos más fuertes pueden ocasionar dolor inmediato y la hipoacusia se puede presentar en menor tiempo. Como primera medida para evitar lesiones auditivas, recomienda reducir el volumen a que se escucha la música y disminuir el tiempo de exposición a 3 horas como máximo. Resalta además que, si bien es cierto que los aparatos musicales son cada vez más sofisticados, el daño ocurre cuando quien los utiliza no tiene reparos al usarlos. Un método simple que permite saber si se está exagerando con el volumen es que si la persona que está a nuestro lado puede oír la música que escuchamos a través de nuestros audífonos, evidentemente se está dañando a los oídos.

Una sensación auditiva del sonido es el tono, que se caracteriza cualitativamente como agudo o grave. Los tonos graves se consideran por debajo de los 250 Hz; mientras que los agudos se consideran por encima de los
5000 Hz. El rango de audición de los humanos se ubica entre 20 Hz y 20 000 Hz.

Para detectar la enfermedad, el médico recurre a un instrumento llamado audiómetro que le permite evaluar la capacidad auditiva del paciente. A esta acción se le conoce como audiometría. Generalmente se realiza la prueba por oído, colocando al paciente los audífonos del audiómetro y enviando tonos puros a diferentes frecuencias, obteniendo finalmente una curva audiométrica (audiograma) que indica el grado de pérdida auditiva del paciente.

Para un correcto diagnóstico, es importante que el instrumento médico con el que se realizará la audiometría esté debidamente calibrado. En el Perú, esta calibración la viene realizando el mismo servicio técnico de la marca del instrumento pero es también fundamental tener conocimiento acerca de la trazabilidad metrológica de sus servicios. El Instituto Nacional de Calidad (INACAL), está desarrollando capacidades para ampliar sus servicios a la calibración de audiómetros de tal manera que las mediciones que se realicen sean confiables.

El Ingeniero Samuel Portocarrero especialista en acústica de la Dirección de Metrología del INACAL, afirma que la presión sonora que puede emitir un audífono al escuchar música con un determinado reproductor depende mucho de la marca, el modelo y la forma de uso del reproductor de música y los audífonos. Los reproductores de música PMP (de sus siglas en inglés, Personal Music Player) en la actualidad emiten un rango entre 88 dB y 113 dB, aunque algunos pueden llegar hasta los 120 dB. La tecnología actual de los audífonos, por ejemplo la tecnología in-ear (dentro del oído), permite que el sonido ingrese prácticamente limpio y directo al canal auditivo, lo que facilita que se alcancen altos niveles de presión sonora con mínimos enmascaramientos externos.

Con respecto al ruido producido por el tráfico y cómo medirlo, el licenciado Henry Díaz, encargado del Laboratorio de Acústica de la Dirección de Metrología del INACAL, explica que en ese caso el aparato a utilizar es un sonómetro. Conocido también como decibelímetro, es de utilidad en la labor de fiscalización realizada por el personal de cualquier municipalidad para conocer el nivel de contaminación acústica. Los recaudos a tomar para asegurar mediciones confiables son los mismos que para el audiómetro (calibración, capacitación de quien lo utilice, entre otras). En el caso de los conductores de transporte público que escuchan música a mayor volumen que el permitido, la falta es sancionada por la Municipalidad de Lima con una multa de 365 Soles (equivalente a aproximadamente 120 dólares) por considerarse que contribuyen al caos sonoro de la ciudad.

El ruido se define como un sonido no deseado y por lo general existen normas y medios para controlar que no produzca daños en los oídos, sobretodo en ambientes laborales, educativos, zonas rurales o urbanas.

La música, en cambio, es un sonido placentero que generalmente se escucha por opción, por voluntad propia.Como Cayetana, muchos melómanos la utilizan como compañía permanente durante sus actividades o como medio para transportarse a otra realidad, donde el ruido o el estrés se reduzca.

Porque, ya lo decía el filósofo Friedrich Nietzsche: “Sin música la vida sería un error”. Pero, a partir de las nuevas tecnologías disponibles, escucharla sin precaución también podría serlo.

Catalina Quinto (Perú)