Candombe: Tambores en cuerpo y alma

Sonidos, ritos y ritmos de origen africano forman parte dela cultura y memoria colectiva uruguaya y se reeditan semanalmente, teniendo por escenario las calles.

El grupo comienza a formarse lentamente y van apoyando sus tambores en el medio de la calle, a pocos metros de la playa. El viento del mar sopla frío, pero eso no les importa. El encuentro no se suspende por ningún motivo, salvo que arrecie una tormenta con viento pampero1, de esas que soplan desde el suroeste en la costa de Montevideo (Uruguay) y que prácticamente no dejan caminar.

Se podría pensar que el lugar de cada uno es indistinto, pero todo obedece a un orden estudiado con cuidado. Un hombre alto, con un gran gorro de lana que deja adivinar sus largas rastas enroscadas, los ubica y luego llama a los músicos a tomar sus posiciones, cada uno detrás del suyo. Es el jefe de cuerda de La Facala, una “cuerda de tambores”2 que se reúne para recorrer el barrio con su música, reeditando una costumbre heredada de muy lejos, que surgió en esas mismas calles, cuando en Montevideo había esclavos.

Cuando el jefe da la orden cada músico se cuelga el suyo al hombro por medio de una cinta (el talig o talí) y unos pocos minutos bastan para practicar los “toques” (frases musicales) que compondrán la performance. Otra señal y empiezan su recorrido con paso lento, simbolizando el caminar de aquellos esclavos engrillados que les legaron el ritmo; y el sonido va inundando el barrio. Los acompañan otros componentes, que forman parte del conjunto, de los que se hablará más adelante. Algunos vecinos sólo miran pero otros se van sumando al público cada vez más numeroso que los sigue y a los pocos minutos el grupo humano que se desplaza al compás de los tambores ocupa más de cien metros.

Durante poco más de una hora, músicos y acompañantes recorren varias cuadras del barrio Palermo, uno de los barrios emblemáticos de Montevideo donde se originó este género musical y producto cultural uruguayo llamado candombe, devenido seña de identidad nacional y declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO3.

Música en las calles

Hay escenarios ideales para cada tipo o grupo de instrumentos. Para una cuerda de tambores, el ideal y que la identifica es la calle. Cada semana distintas cuerdas recorren barrios de Montevideo y de otros puntos del país, y con su inconfundible sonido, que evoca algo de rito y de tribu, activan una memoria de otras épocas con cada golpe de lonja4.

Los sonidos y ritmos que entonaron los esclavos llegados de África para comunicarse entre ellos, simulando cantar mientras trabajaban y en sus ceremonias —secretas o permitidas—, son también la base musical de otros géneros típicos de las Américas y del Caribe, como el calypso, el tango, la salsa, la rumba, el jazz, la bossanova, por ejemplo.

En Uruguay el instrumento que se ejecuta en una cuerda de tambores y base del candombe es una adaptación local de tambores africanos, que muchas veces se menciona como tamboril (en letras de canciones, poemas y en libros sobre el tema)5, aunque últimamente se ha impuesto el término “tambor”. Puede acompañarlos a veces algún otro instrumento, generalmente “de viento” y en solitario, como una trompeta, pero no es lo esencial.

Las salidas de tambores recrean fiestas rituales que se realizaban en la época del comercio de esclavos africanos que llegaron al continente americano desterrados por la fuerza y fueron distribuidos en plantaciones, tareas de minería o como sirvientes en casas de familia y comercios, como fue el caso en Uruguay. “Para que no se comunicaran entre ellos, por temor a rebeliones, se les separaba de sus grupos de origen e incluso de otros miembros de su familia. En el Montevideo de entonces, había sin embargo oportunidades en que se les permitía reunirse y se les daba licencia para practicar sus ritos, sus danzas y su música. Fue entonces que se originó el candombe”, explica Marcelo Fernández, abogado y periodista, y desde hace unos años percusionista integrante de La Facala.

Privados de sus instrumentos originales, se las arreglaban para reproducir los ritmos y sonidos que acompañaban sus rituales en sus tierras de origen, utilizando su voz y objetos cotidianos a su alcance: mates, huesos, barriles y barricas vacías en las que se importaban aceitunas o yerba en aquella época. En esas ocasiones autorizadas, se vestían de fiesta con ropas en desuso que les regalaban sus amos y se representaban personajes, que se siguen simbolizando en los vestuarios y componentes que acompañan a las cuerdas de tambores y conforman los grupos conocidos como comparsas.

Cuando las barricas dejaron de llegar, porque se sustituyeron por bolsas, la fabricación de los tambores pasó a ser una labor artesanal que quedó reservada a unos pocos, y se trasmitieron sus secretos de generación en generación. “Todos los tambores que se utilizan en las cuerdas en Uruguay, son de fabricación nacional y artesanal. No se utilizan tambores importados”, afirma Marcelo.

Una cuerda de tambores está compuesta como mínimo por tres tamboriles de distinto tamaño que producen diferentes sonidos por sus cajas de resonancia y según los golpeen con las manos o con palillos. Se les conoce como chico, repique y piano. El chico, el más pequeño y más delgado, produce el sonido más agudo; el piano, el más grande y “panzón”, produce sonidos graves. Con ambos se producen los ritmos de base, reiterativos y monótonos, que son el fondo sobre el que se destacarán las frases que se ejecutan sólo con el tercero: el repique. Con tamaño y sonido intermedio, el repique es el que tiene más libertad de toque y produce las improvisaciones. Es el que “llama” e invita a los demás a subir la intensidad y velocidad de los golpes, y avisa cuando deben sonar o silenciarse los otros. Los tambores, cualquiera sea su tamaño, se tocan con una sola mano y en la otra se utiliza un palillo (parecido a los que se usan para tocar la batería, pero más corto) que se golpea contra la lonja, aunque en algunos momentos los palillos se golpean contra las maderas (los lados del tambor) produciendo un sonido muy característico. Una cuerda de tambores puede agrupar a veces hasta 150 tambores, e incluso más.

Fibras, temperatura y humedad

La fabricación requiere destreza y paciencia. El tamboril afro-uruguayo —como le llaman Olivera y Varese— está fabricado a partir de flejes de hierro en los que se ubican tablas previamente curvadas, pegadas entre sí, y una lonja o parche firmemente tensada en la boca superior. Antes de colocar las tablas se deben “curar”, dejándolas en remojo durante al menos 24 horas, técnica que incide fuertemente en el sonido que producirá y en su duración.

¿Por qué se deben curar las tablas? “La madera, al humedecerse, se puede flexionar sin que se quiebre. Esto es porque el material que compone una tabla de madera se puede decir que aún está “vivo” y por tanto, absorbe y desorbe humedad fácilmente”, explica Javier Doldán, Jefe del Departamento de Materiales y Productos forestales del LATU (Laboratorio Tecnológico del Uruguay).

“Una tabla de madera está compuesta por fibras cementadas por lignina, un compuesto complejo que las mantiene unidas. Las fibras son muy cortas, y su longitud dependerá de la especie del árbol del que se obtuvo la tabla. En las coníferas (pino, roble, abeto), consideradas maderas “blandas”, las fibras son de 4 mm de longitud; en las latifoliadas, maderas “duras” (eucaliptus, cedro), son de 1,2 y hasta 2 mm. El material (madera) se contrae y expande según las características físico-dimensionales que presenta —continúa explicando Javier—. Dependiendo de la especie, la tabla tendrá distintas características a la expansión y contracción”.

En las latifoliadas (maderas duras) las fibras están separadas por vasos (tubos) gruesos, perforados, por los que circula el agua con nutrientes y minerales necesarios para la vida del árbol. En el caso de las maderas de coníferas no hay vasos; las traqueidas que las componen tienen perforaciones que permiten que el agua y los nutrientes fluyan por el material. “Cuando la tabla se sumerge, se impregna de agua todo el espacio posible, por eso las fibras tienen mayor resistencia a la flexión”. O sea, pueden flexionarse más antes de romperse.

“Una vez que la tabla está suficientemente húmeda, se flexiona hasta lograr la curvatura deseada y si se deja secar en esa posición permanecerá de esa forma. Este proceso, de humedecer para curvar y luego dejar secar en la forma que se desee, es uno de los principios que se siguen para la fabricación de muchos muebles o elementos de madera, incluso a escala industrial”, completa el experto.

Dentro de los secretos que mantiene cada artesano fabricante de tambores, se incluyen el tiempo en que deja las tablas en remojo, cómo y dónde las coloca para curvarlas (colgando de sus extremos con un peso en el centro; flexionadas entre travesaños de una cama o de una escalera, por ejemplo) y cuánto tiempo las deja secar. Luego que las tablas curvadas han sido ubicadas formando el cuerpo del tamboril, se coloca un aro en cada extremo para mantenerlas en posición, se retiran los flejes internos y es tiempo de colocar el parche de lonja.

La colocación y mantenimiento de la lonja también guarda secretos. De acuerdo al técnico experto en cueros, Juan Iade, también integrante del LATU, “la lonja se fabrica a partir de la piel de un animal, que ha sido lavada y se le han eliminado restos de carne y grasa mecánicamente. Recibe entonces un tratamiento para eliminar los pelos y lograr que la piel quede blanda. (En caso de un procesamiento industrial, es con cal y sulfuro de sodio; en el caso de un proceso artesanal, se puede realizar en forma mecánica). Después de ser lavada nuevamente, se deja secar, quedando con cierto grado de rigidez. Este cuero seco es sensible a la humedad, por lo que al humedecerse se ablanda y relaja, siendo posible estirarlo fácilmente”.

La lonja se coloca húmeda sobre la boca del tamboril y se estira fijándola con clavos o por medio de tensores (largos tornillos con tuercas), y se deja secar. Entonces recupera su rigidez y también se contrae, por lo cual queda tensa y apta para producir sonidos al golpearla. Para mantener cierto grado de humedad y que no se seque más de lo necesario —ya que podría rajarse—, se le frota frecuentemente con sustancias untuosas.

“Esa propiedad de la lonja, de estirarse y contraerse en función de la humedad, tiene límites; es la llamada temperatura de contracción del cuero. Si se supera esa temperatura, el cuero se desnaturaliza, se modifica químicamente y pierde sus propiedades”, asevera Juan.

Muchas veces, al reunirse una cuerda de tambores para tocar, se preparan fogatas con papel y se ubican los tambores reclinados cerca del fuego. “De ese modo las lonjas pierden humedad y al estar firmemente sujetas al tambor, se contraen y quedan más tensas”, continúa. Tensar las lonjas es la forma de afinar los tambores. Actualmente las fogatas muchas veces son simbólicas, porque la mayoría de los tambores hoy llevan tensores que se ajustan, utilizando una llave de 13” (pulgadas)6 para tensar la lonja. Pero se afina “de oído”; o sea, sin utilizar diapasones ni afinadores electrónicos7 , sino que se van probando los sonidos que emiten hasta alcanzar el timbre deseado.

El tambor se toca con fuerza. En el punto alto del recorrido, cuando el toque está en su máxima expresión, el sonido no sólo es fuerte sino que los músicos parecen en trance, ajenos al trajinar de la ciudad que los rodea, como si estuvieran transportados a otra dimensión. Las manos golpean con fuerza las lonjas y los dedos vendados dejan adivinar que un buen toque trae sus consecuencias. “Cuando tocás, sentís algo en el pecho; es la energía del tambor… el sonido que vibra adentro. Cuando ya estás caliente, al rato de tocar, no te das cuenta y seguís tocando; pero es común ver lonjas ensangrentadas. Muchas veces al volver de una salida hay que poner las manos en hielo”, comenta Marcelo. “Hay un dato curioso, que no puede ser casualidad: muchos percusionistas sufren de los riñones. Es que se toca con todo el cuerpo; hay que despegar los brazos y levantarlos para conseguir un buen golpe y caminás durante una hora, con un alto de pocos minutos, antes de volver al punto de encuentro inicial. Y además cargás el peso del tambor al hombro, que si es un piano no es poco. Pero con cada golpe descargás tensiones y algo se equilibra en tu interior”, remata Marcelo.

El toque de tambores trasmite mucho más que música. Una frase estampada en un mural callejero, de los tantos que se ven en muros de los barrios emblemáticos en Montevideo, resume la esencia del candombe y de la cultura afro en el Uruguay: “El tamboril tiene memoria, el alma del tamborilero y el alma de sus ancestros”.

¿A quién llaman “las llamadas”?

En Montevideo, los descendientes de los esclavos mantuvieron por generaciones las salidas de tambores por las calles, a ritmo de candombe, como parte de su identidad. Agrupados durante más de un siglo en algunos barrios de Montevideo, vivían en conventillos —unas casonas enormes con piezas para varias familias— siendo dos de los más famosos el Ansina y el Mediomundo.

Durante décadas las salidas fueron espontáneas. Dos tambores bastaban para empezar una “llamada”, a la que se sumaban otros del barrio. Se unían vecinos, imitando con sus gestos y su baile a personajes típicos de las fiestas de los esclavos, que hoy, junto a un grupo de bailarinas, estandartes y banderas, forman parte de las comparsas. Cada grupo tenía una forma diferente de tocar el candombe, con “toques” (frases musicales) que aún se ejecutan en las performances actuales. “Vamos a empezar con un Ansina”, indica el jefe de la cuerda mientras se aprontan, y hace sonar su repique con la demostración.

Actualmente, cada salida de tambores es un rito renovado pero para muchos grupos —como es el caso de La Facala— también es un ensayo. Se preparan para el Desfile de Llamadas, una fiesta popular que representa vivamente la cultura afro-uruguaya y que tiene lugar cada mes de febrero durante los festejos oficiales de Carnaval.

Durante dos noches (siempre jueves y viernes) 40 comparsas, con un mínimo de 70 integrantes y un máximo de 150, desfilan por las calles de los barrios Sur y Palermo ante un numeroso público que asiste a la fiesta. El evento es televisado en vivo, para una audiencia que lo sigue a través de pantallas en el país y fuera de fronteras.

Muchas de las comparsas rinden homenaje a sus ancestros también con sus nombres: Elumbé Zumbaé, Yambo Kenia, La Tangó, Elegguá… son algunos de los que figuran en la lista del último desfile. Otras llevan el nombre de los barrios que las vieron nacer, o de cuerdas famosas. La Facala, por ejemplo, homenajea a una comparsa del barrio Palermo que nació en el año 1900 en un conventillo denominado así. A diferencia de las de esa época —en su mayoría iniciadas por afro-descendientes—, esa fue iniciada por un italiano zapatero (Francisco Amato) que eligió los colores blanco, rojo y azul para identificar a su comparsa9 y a partir de ese momento pasaron a ser los colores de ese barrio que se mantienen hasta la fecha.

Puntaje olímpico y puntualidad cronometrada

Las agrupaciones que desfilan son seleccionadas por concurso. Durante el Desfile de Llamadas un jurado otorga puntajes en diferentes rubros: cuerda de tambores, visión global, vestuario, cuerpo de baile, personajes, entre otros. Los miembros del jurado se distribuyen en diferentes puntos del recorrido y cada uno puntúa únicamente en los rubros para los que se le ha designado, “siempre considerando la esencia de la expresión cultural del candombe”, indica el reglamento vigente, publicado en el sitio on-line de la organización a cargo del evento10. Y continúa: “…se aplicará el sistema olímpico a las puntuaciones de cada rubro, eliminando, en cada conjunto, el puntaje más alto y el más bajo del quinteto de jurados”.

Las 20 comparsas que obtienen los mejores puntajes totales clasifican para desfilar el año siguiente sin tener que rendir prueba. Los restantes puestos para el desfile los ocuparán las que obtengan mejor puntaje en una prueba de admisión que se realiza en el mes de octubre previo. En el desfile pasado (febrero de 2016) La Facala fue una de las primeras, por lo que clasificó directo.

El citado reglamento exige también que cada comparsa desfile ocupando determinado espacio y complete el recorrido en un tiempo definido, exigiendo una planificación y puntualidad rigurosa, cuestión que también ensayan las comparsas en cada salida que hacen durante el año. Una vez ubicada en el lugar y orden de largada que le indican los organizadores, “cada comparsa largará cada diez (10) minutos, a una distancia de aproximadamente ciento cincuenta (150) metros una de la otra, distancia que deberá ser mantenida durante todo el recorrido del Desfile”, indica otro artículo.

“Los tiempos del recorrido del Desfile se cronometrarán desde la salida del primer componente de la agrupación, hasta la llegada del último integrante de la misma”. A estos efectos, se controla el tiempo en que llega cada comparsa a dos cruces de calles específicos (a los 28 minutos deben estar en el primero, y a los 48 minutos en el otro) “con un total de 73 (setenta y tres) minutos para todo el recorrido, fiscalizándose que los conjuntos den cumplimiento a lo establecido precedentemente”. La falta a cualquiera de las reglas es motivo de sanción y pérdida de puntaje, incluso a la suspensión.

Un símbolo de equidad y fraternidad

En las comparsas y en las salidas de cuerdas de tambores confraternizan representantes de muy distintas ocupaciones, grupos sociales e ideologías. Hasta hace unos años los músicos eran sólo hombres —y en su mayoría adultos y mayores— pero últimamente se han sumado mujeres y más integrantes jóvenes.

El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, se organiza un desfile de comparsas compuestas únicamente por mujeres, incluso en la cuerda de tambores. La única excepción es el gramillero que las acompaña.

En Uruguay, en conmemoración de la fecha en que fue desalojado el conventillo Mediomundo (posteriormente demolido) el 3 de diciembre fue declarado por ley el Día Nacional del candombe, la cultura afro-uruguaya y la equidad racial y es otra de las ocasiones del año en que se reúnen comparsas y tocan en diferentes puntos del país para el festejo.

Salen cuerdas y comparsas a ritmo de candombe en distintos lugares del mundo, generalmente iniciadas por uruguayos, algunas en lugares tan lejanos como Suecia, Australia, Francia, España…, integrando en sus filas a personas de diversas nacionalidades.

En Uruguay, el candombe se reedita y renueva no sólo en las salidas de tambores y en los desfiles de comparsas. Reconocidos artistas le han rendido homenaje en sus obras (Ruben Rada, Los Fattoruso, Jaime Ross, Carlos Páez Vilaró, Pedro Figari, por mencionar a algunos).

El espíritu candombero viaja libre; sus ondas cruzan tiempos y fronteras. Y su viaje cumple los sueños de quienes lo trajeron a estas tierras. Hace tanto y desde tan lejos.

Silvana Demicheli (Uruguay)

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Los componentes de una comparsa

La “Mama Vieja”: Representa a la esclava entrada en años -y generalmente en kilos- que con vestido elegante y colorido (cedido por su ama), un delantal a la cintura y el pañuelo anudado en la frente al estilo de sus tierras, bailaba mezclando pasos de los suyos con los de la ciudad.

El gramillero: Acompaña en el baile a la “Mama Vieja”. Representa al curandero o viejo sabio de las tribus, que quitaba los males con pases y hierbas medicinales. De larga barba blanca, iba vestido con galera y traje tipo frac (también cedido por su amo), imitando a los doctores de la época, y lleva sus yuyos en un bolso o maletín.

A veces también porta un bastón.

El escobero: En general con el torso desnudo y descalzo, maneja diestramente una escobita haciendo malabares y movimientos exagerados, imitando al que barría los males que quitaba el curandero y caían en el camino.

La cuerda de tambores: El grupo de músicos (percusionistas), con sus tambores, marca el ritmo al que avanza la comparsa. Su vestimenta típica se compone de un dominó (casaca o túnica suelta, larga), un bombachudo hasta la rodilla y medias negras cruzadas por cintas blancas, que reeditan el color de la piel de los esclavos y los latigazos que tantas veces recibían. En los pies, alpargatas8 ; y en la cabeza un sombrero, generalmente de paja. Todos vestidos iguales, y con los colores distintivos de cada agrupación.

El cuerpo de baile: Es exclusivamente femenino salvo por el bailarín o partenaire que acompaña a las vedettes. La figura de la vedette es la última que se incorpora a las comparsas y fue a comienzos de la década del 50 siguiendo el modelo francés de los espectáculos revisteriles. Ataviadas con vistosos atuendos, usan tocados con plumas y prendas diminutas, y van calzadas con altos tacones. Bailan con movimientos ondulantes, moviendo sus brazos a los lados como alas, luciendo con orgullo sus pasos y sus cuerpos.

Los estandartes y trofeos: Los altos mástiles rematados con formas de medias lunas y estrellas en su extremo superior que porta cada comparsa son un aporte de la cultura musulmana extendida en África en aquellas épocas en que llegaron los esclavos.

Los porta-banderas: Hacen ondear enormes y pesadas banderas que lucen el nombre y colores que identifican al grupo, moviéndolas de un lado a otro, abriendo el paso del conjunto.

1 Viento huracanado que llega de la Pampa argentina a las costas uruguayas.
2  Grupo de tambores de distinto tamaño, instrumento típicamente uruguayo.
3 UNESCO- Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
4 Cuero o piel de animal que se utiliza como parche de tambor.
5 En el libro Memorias del Tamboril – Tomás Olivera Chirimini y Juan Antonio Varese – Editorial. Latina, 1ª.edición (1997), se    les nombra indistintamente, tanto al hacer referencia a literatura especializada como en los diálogoscon entrevistados contemporáneos.
6 La pulgada es una unidad de medida que no pertenece al SI (Sistema Internacional de Unidades), pero en Uruguay aún se conserva su uso para medidas de ciertas herramientas y algunos materiales de construcción, diámetros de caños, canillas, longitudes de clavos, espesores de tablas), así como al expresar rodados de bicicletas, por ejemplo.
7 Los diapasones y los afinadores electrónicos producen sonidos a determinadas frecuencias, con los cuales se comparan los sonidos que produce el instrumento que se desea afinar.
8 Una especie de zapatilla sencilla, con suela de yute y capellada de lona.
9  Su nombre era Esclavos del Nyanza
10 La Intendencia Municipal de Montevideo.