Mangle Ramsar (Panamá).
Hola a todos:
Les escribo desde la Bahía de Panamá.
Mi familia vive hace cientos de años acá, sobre la costa. Generación tras generación nos fuimos adaptando a las condiciones del entorno y a las inclemencias del clima, que en esta zona no son fáciles.
Cuando sube la marea nuestros terrenos se inundan. Además, estamos en zona de paso de huracanes. Algunos son de temer, con sus lluvias torrenciales y unas olas enormes que nos golpean. Pero somos fuertes y los resistimos, porque los enfrentamos unidos. Al estar en primera fila, actuamos como barrera y protegemos a otras poblaciones costeras. También ofrecemos refugio y gracias a nosotros sobreviven varias especies.
Hasta hace pocas décadas muchas personas nos temían y no se nos acercaban. Decían que nuestros hogares eran sitios intransitables, oscuros y hasta nos asociaban con enfermedades y muerte. Les llevó tiempo valorarnos y respetarnos. Ahora llegan visitantes a menudo. La mayoría son científicos. Están preocupados porque cada vez somos menos; estamos desapareciendo. Es un problema muy serio, porque de nosotros dependen muchos.
Estamos entusiasmados con un nuevo proyecto que se propone nuestra “salvaguarda y protección” (eso dicen los folletos que repartieron) y una de las instituciones que lo llevan adelante es miembro de esta revista. Van desde acá nuestras gracias por la iniciativa.
Pero quiero que todos sepan que lo mismo les está ocurriendo a parientes en otros países. Ellos también precisan ayuda. Por eso les escribo. Es necesario que se conozca el problema y la ayuda se multiplique.
Cuento con ustedes para correr la voz y reenviar mi mensaje.
Ah… ¡Disculpen que no me presenté antes!
Soy Mangle, orgulloso integrante de los manglares de la Bahía de Panamá.
Mangle, manglar y humedal
Soy un árbol, de los que crecen en zonas tropicales, en las desembocaduras de ríos y lagunas.
Mi nombre proviene de las lenguas arawak, una familia de lenguas indígenas que se hablaron en Sudamérica y el Caribe. Los que hablan español usan palabras “araguacas” sin saberlo: tiburón, iguana, colibrí, canoa, hamaca, maíz, batata, guajiro…
Un manglar es un bosque de mangles. Pero algunos científicos también le llaman así al ecosistema que componemos junto a otros árboles, arbustos, variedad de plantas, insectos, animales, el agua y el ambiente que nos rodea. Otros nos llaman humedal o humedal salado.
Una característica que nos distingue es que nuestras ramas se confunden con las raíces y se hunden juntas en el agua. Otra es que somos tolerantes al agua salobre e incluso salada (salada hasta cierto punto, claro). Foto: Javier Arias Arteaga.
Los de la Bahía de Panamá somos un “sitio Ramsar”, quiere decir que somos un humedal de importancia mundial. No quiero parecer arrogante sólo repito lo que definieron unos científicos, hace como 50 años, cuando se dieron cuenta de nuestra importancia estratégica.
Es que los manglares ofrecemos beneficios y servicios que contribuyen mucho y a muchos: protegemos las costas, reciclamos nutrientes, almacenamos carbono y ayudamos a mantener la biodiversidad. Somos “guarderías” para larvas de insectos y peces bebés, que se protegen de depredadores entre las ramas y raíces. En las copas anidan variedad de aves y según algunos hasta dos millones de aves migratorias hacen escala en nosotros todos los años. Nuestra madera es dura y flexible, se usa mucho para leña, embarcaciones y muebles ornamentales; y ofrecemos pesca todo el año.
No es poco lo que ofrecemos, y lo hacemos con mucho gusto. Pero estamos muriendo.
Las causas del desastre
Dicen que en Panamá ocupamos poco más de 85 km2. Nos midieron desde el aire con las nuevas tecnologías satelitales. Pero eso es la cuarta parte de lo que ocupábamos en tiempos de mis tatara-tatara-abuelos, en épocas precolombinas.
Algunos estudios científicos concluyeron que las causas de nuestra destrucción tienen que ver con la variabilidad climática y eventos extremos, pero especialmente con la actividad humana en las cuencas, los desechos y las aguas residuales que descargan por acá. (¡Puaj! Si lo sabré). Por acá vemos pasar de todo arrastrado por la corriente hacia el mar, y mucho queda enganchado en nosotros asfixiándonos: juguetes, llantas, neveras, muebles de todo tipo, botellas, bolsas plásticas… El año pasado se instaló una barrera flotante para contener residuos muy cerca de donde estoy. En un año recolectaron cerca de 70 toneladas de basura y más lejos recogieron 150 000 bolsas de plástico. ¡Se imaginan!
Lo que más nos entusiasma
El proyecto que nos entusiasma lo coordinan dos instituciones de Ciudad del Saber, una zona de la capital panameña con varios institutos educativos y de investigación: la SENACYT y el CENAMEP AIP. (No sé los nombres completos; seguro los encuentran en internet). Nos gusta porque involucra a varias entidades públicas y privadas; y si se atienden las recomendaciones de los científicos nos llegará la ayuda antes que muramos todos.
Al CENAMEP AIP lo mandamos investigar con unas aves conocidas que vuelan por la zona. Nos contaron que es un instituto muy moderno (parece que tienen edificio y laboratorios nuevos) y que nos viene al pelo a lo que se dedican. Porque se especializan en mediciones, instrumentos, formas de medir, y asegurar que todo lo que se mida sea correcto.
Piénsenlo, ¡todo se trata de medir! Las otras ciencias, las investigaciones y los estudios que se hacen sobre nosotros, se basan en resultados usando instrumentos de medición. Acá hay mucha cosa para medir que puede afectarnos: la salinidad, la temperatura, los contaminantes en el fondo de los ríos y lagunas, en el aire, en los suelos, etc. Pero es fundamental que se hagan buenas mediciones.
Nosotros queremos que los datos de los estudios sobre nosotros se publiquen. Queremos que todo se sepa. No que se exagere, pero sí que sean lo más exactos posible, así se tomarán buenas decisiones en cuanto a qué hacer para ayudarnos. Y a ver si otros se sensibilizan y empiezan a colaborar.
La contribución del CENAMEP AIP nos resulta fundamental, porque se dedican a la ciencia de las mediciones (la Metrología) y los servicios que ofrecen permiten asegurar mediciones de calidad, que todo se mida con la precisión suficiente. Además, es el guardián y custodio de los patrones nacionales de medida que, según las espías y las cito textual, “permiten que los resultados de mediciones sean trazables al SI y comparables”. Es complicado de explicar, pero lo importante que entendimos es que eso ayuda a que lo que se investigue y mida aquí servirá para cuando se atienda el problema de mis parientes en otros países.
Plan de rescate
El año pasado, en el 2019, el CENAMEP AIP y la SENACYT invitaron a una cantidad de profesionales de distintos lugares a una reunión-taller para intercambiar resultados de sus estudios sobre manglares y definir un plan para rescatarnos. Eran representantes de organizaciones con nombres complicados, que no anoté. No fuimos invitados; pero mostraron muchas fotos de mi parentela y de toda la comunidad.
Juntos prepararon una “hoja de ruta”, el plan con los pasos que van a seguir para rescatarnos y conservarnos. Definieron quiénes serán los actores relacionados (no de cine o televisión, se refieren a las instituciones y empresas que participarán en el rescate), el proceso para desarrollar un reglamento técnico exclusivo para nosotros y se armó un comité de seguimiento para la puesta en marcha de las actividades.
No nos incluyeron, pero les tenemos confianza en que lograrán los resultados (¡son nuestra esperanza!)
Nosotros entre tanto seguiremos aquí, atentos a las novedades de nuestra red de espionaje y a la espera de las publicaciones.
Les mando un abrazo de mangle a todos y gracias por difundir.