La ruta verde

El Canal de Panamá forma parte de un complejo ecosistema cuya protección exige enfoques ecológicos, tecnológicos y científicos para garantizar el suministro hídrico necesario para su operativa y el tránsito de las naves que lo utilizan para cruzar de un océano a otro.

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El Canal de Panamá es una vía interoceánica construida por el hombre que permite comunicar el océano Atlántico con el océano Pacífico atravesando tierras panameñas. Cada año, aproximadamente 14 000 naves la cruzan, clasificadas por segmentos: portacontenedores, graneleros, portavehículos (Ro-Ro), “quimiqueros”, petroleros, refrigerados, portadores de gas licuado de petróleo, de pasajeros, de carga general, y otros.

Lo que permite el tránsito de grandes buques desde un océano a otro es una obra de ingeniería que demandó 10 años de construcción bajo administración estadounidense, luego del abandono definitivo del proyecto por los franceses en 1889. La vía acuática fue finalmente abierta para uso en 1914. Desde entonces, se estima que más de un millón de barcos la han utilizado para acortar sus travesías.

Las esclusas (o sistema de esclusaje) son un conjunto de “piletas” de paredes de hormigón que se extienden por más de 3 km, por las que las naves realizan el cruce. Para asegurar que siempre tuvieran suficiente agua y resolver otros desafíos técnicos y ambientales (por ejemplo, que las especies de ambos océanos no se mezclaran), fue necesario generar un lago artificial, el Lago Gatún.

El lago recoge el agua de lluvia y de afluentes tributarios y ésta se vuelca a las esclusas por la propia gravedad, permitiendo que los barcos puedan cruzar lo que en algún momento fue tierra firme. Al entrar al Canal, las naves suben por el primer tramo de esclusas, cruzan el lago y finalmente descienden por las que están ubicadas del otro lado del mismo. Debido a las rigurosas maniobras en aguas canaleras y en el esclusaje, el Canal de Panamá es el único lugar en el mundo donde el capitán de un barco en tránsito entrega el timón a otro piloto, panameño y certificado por el Canal.

Denominada también como la Ruta Verde de Panamá, la vía es considerada por técnicos del transporte como una “ruta toda agua” ya que para estibar la carga de los barcos en tránsito y asistirlos, no se requieren ferrocarriles ni camiones.

En junio de 2016 se inauguró un tercer juego de esclusas, con tinas de reutilización de agua. Este tercer juego permite que el tránsito de buques de nueva generación sea más rápido y por tanto que sea menor el volumen de gases que emiten a la atmósfera las enormes naves que lo cruzan.

Recurso hídrico vital para el Canal

La cuenca hidrográfica del Canal de Panamá tiene una superficie de 552 761 hectáreas. Provee el agua dulce tropical para el funcionamiento y operación de la vía interoceánica y sus tres juegos de esclusas.

En los últimos 100 años la cuenca ha enfrentado períodos de intensa precipitación pero también de sequías, lo que ha obligado a restringir el calado de las naves de acuerdo con cada circunstancia particular.

Alexis Rodríguez, especialista en protección ambiental de la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) , explica que desde su inauguración se mantiene un registro pluviométrico mensual y anual, y se mide la altura de los embalses para programar los tránsitos de buques. Asimismo, se realizan estudios sobre la salinización del agua dulce represada.

Actualmente, el manejo integral de la cuenca abarca el cuidado del recurso hídrico, de la calidad de aire y de las tierras de las áreas canaleras. La ACP realiza, entre otros, monitoreos diarios de sus propias instalaciones con uso de dispositivos de medición, con el objetivo de que el Canal sea una ruta segura y confiable para sus clientes de la industria naviera mundial.

El especialista subrayó que esta “estrategia ambiental ha permitido a la ACP garantizar el recurso agua en calidad y cantidad en la cuenca canalera, y mantener estándares nacionales e internacionales” en todos sus proyectos. Añadió que no se descarta que en el futuro haya un Sello Verde para los productos que hayan pasado por el Canal de Panamá y sus puertos.

Menor emisión de gases

Las emanaciones de gases consideradas para la industria marítima son tres, y están reguladas por tres acuerdos internacionales o convenciones: las emanaciones de ozono (reguladas por la Convención por Montreal); las emisiones de CO2 (regidas por el Convenio de Cambio Climático); y las de azufre y gases volátiles (vigiladas por el Convenio Marpol).

Rodríguez detalló que la Ruta Verde es un concepto estratégico, que se ajusta con lo que promueve la industria marítima: garantizar la sostenibilidad ambiental, con reducción de la huella de carbono al acortar distancias y disminuir el consumo de combustible.

Informes técnicos de la ACP revelan que, en sus más de 100 años de operación, el Canal de Panamá ha permitido una reducción de más de 650 millones de toneladas de CO2 que se hubieran generado si las naves hubieran tenido que navegar por rutas más largas, como la del Cabo de Hornos (Sudamérica) o la del Cabo de Buena Esperanza (al Sur de África). Sólo durante el año 2016, la Ruta Verde redujo las emisiones de CO2 en unos 18,5 millones de toneladas.

Para realizar estos cálculos, la ACP utiliza un software que permite estimar, por ejemplo, cuál sería el consumo de combustible y las emisiones de CO2 de un barco que viaja desde Asia con dirección a la costa este de Estados Unidos utilizando el Canal de Panamá, comparado con lo que consumiría por otras rutas alternativas.

Entre los indicadores de registro considerados para la medición figuran el combustible, las distancias, velocidad promedio, tamaño y tipo de buque, si atraca en un puerto, o si en algún muelle utiliza ferrocarril o camiones para mover carga. Para la medir la huella de CO2 en equipos de la ACP, se toma en cuenta el consumo promedio de combustible en naves por el factor de emisión. Ello da el valor requerido, de acuerdo con las reglas vigentes adoptadas internacionalmente.

Una mirada a un transporte más limpio

Para el 2050 se estima que la flota mundial estará formada por buques muy eficientes, de los cuales muchos usarán gas natural licuado (GNL) en diversas rutas. Y también para entonces “con buques más grandes, mejores motores y un control más inteligente de la velocidad, el sector confía en conseguir reducir un 50 por ciento sus emisiones de CO2…”, afirmó en 2015 Peter Hinchliffe, secretario general de la Cámara Marítima Internacional.

Por mandato del Comité de Protección del Medio Marino de la OMI para el año 2020 el porcentaje de azufre en el combustible de buques deberá bajar a 0,5 por ciento en el ámbito mundial. En el Canal de Panamá, no se permite la utilización de combustibles pesados heavy fuel, sino combustibles destilados (diésel o gasoil), lo que disminuye el porcentaje de azufre.

En la ACP también se utilizan drones para vigilar la cuenca del Canal de Panamá y poder detectar daños provocados por la tala e incendios ilegales, y la consecuente degradación de selvas que son las grandes aliadas que generan la captura de CO2. Los drones se utilizan también para dar seguimiento a los programas de reforestación que promueve la ACP los cuales, según datos aportados por Rodríguez, ya han contribuido a la captura de 340 000 toneladas de CO2 (certificadas por una fundación ambiental, la Gold Standard).

Otras mediciones de gases

Además de las mediciones de CO2 la ACP dispone de estaciones para comprobar la calidad del aire en áreas operativas en la cuenca canalera. La Universidad de Panamá está a cargo del servicio y realiza mediciones de las emanaciones de óxido nitroso, óxido de azufre y material particulado en el aire producidas por los vehículos rodantes y equipos flotantes de la ACP. Las mismas “se han mantenido estables” y en los niveles permitidos por las normas ambientales nacionales, según Wilfredo Urriola, del Instituto Especializado de Análisis de la Universidad de Panamá.

Urriola dirige esas mediciones técnicas en las vertientes del Pacífico y del Caribe. “Utilizamos instrumentos de fabricación estadounidense (algunos de ellos digitalizados), para generar datos confiables”, indica el experto. Los monitores activos y pasivos, son además debidamente calibrados en el Centro Nacional de Metrología de Panamá (Cenamep AIP).

El personal asignado a esas tareas de monitoreo ha recibido formación técnica y capacitación por parte de institutos de investigación en el ámbito centroamericano y de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos. Todos los resultados obtenidos en las mediciones y hallazgos son puestos a disposición de la autoridad canalera.

A varios kilómetros de distancia de la sede de la ACP, la ingeniera Lourdes Sugasti, de la Universidad Tecnológica de Panamá, participa en un equipo de investigación científica relacionado con el estudio de la producción y absorción de CO2 en suelo, en la isla de Barro Colorado, ubicada en la cuenca del Canal.

El potencial de suelos agrícolas, forestales y de pastoreo para actuar en la captura de CO2 y como “sumideros” de carbono se analiza en diversas partes del mundo. El protocolo de Kyoto incluye como tales a suelos de pastoreo debido a que ocupan grandes extensiones y almacenan entre 200 Gt y 400 Gt de carbono (FAO, 2000). Los suelos de cultivo también son tomados en cuenta en la cuenca.

Sugasti detalló que en el trabajo se utiliza un analizador de gas y se obtiene la variabilidad espacial y estacional del CO2 en la isla, rica en biodiversidad, que se formó cuando se inundaron esas áreas para crear el artificial Lago Gatún. El uso de cuatro cámaras cerradas y una portátil contribuyen a obtener datos para el análisis científico.

Sus equipos son debidamente calibrados en centros especializados en Estados Unidos.

La investigadora puntualizó que la concentración ambiental de CO2 en un día normal en temporada lluviosa está entre 400 y 350 partes por millón, mientras que el flujo o respiración de CO2 se estima entre los 5 y 16 micromoles en metros cuadrados por segundo. La temperatura desempeña un papel importante en el intercambio gaseoso y la actividad humana.

Sugasti prevé que la investigación permitirá entender el manejo del bosque que contribuye a generar el agua en la cuenca hidrográfica del Canal de Panamá, y los efectos del cambio climático. En esa cuenca hay unos 1600 pequeños productores agropecuarios que son instruídos para no degradar la tierra y privilegiar cultivos de bajo impacto, como café y plátano, y la producción de miel.

Cenamep AIP privilegia la Metrología

Anselmo Araolaza, asesor científico del Cenamep AIP, afirmó que “sólo gracias a la Metrología se pueden considerar ciertos los datos cuantitativos suministrados a la ACP. Es necesario enfatizar que, mientras todos los instrumentos de medición involucrados hayan sido calibrados y mantenidos en estado de calibración en el tiempo, los resultados serán confiables”.

“Estudiar los fenómenos ambientales, medir las variables de influencia basándose en la ciencia metrológica y con todo ello formular y proponer políticas de Estado para minimizar los daños al ecosistema, es una tarea fundamental”, concluyó Araolaza.

David Carrasco (Panamá)

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Al entrar al Canal, las naves suben por el primer tramo de esclusas, cruzan el lago y finalmente descienden por las que están ubicadas del otro lado del mismo.