De los faroles de aceite a la luz láser, la iluminación de los autos ha recorrido un largo camino. La seguridad y la estética se conjugan dando por resultado luminarias que son el fiel reflejo de la tecnología de una época.
“La noche no trae nada bueno”, decía la abuela Mercedes, cuando el más joven de la casa, tras pasar todo el sábado metido en su habitación, pedía prestado el auto a su padre para salir junto con la última campanada nocturna que marcaba el reloj de péndulo del living comedor.
El comentario era entonces intuitivo pero, a juzgar por los datos disponibles hoy, bien podríamos decir que doña Mercedes estaba en lo cierto. Un trabajo del Centro de Experimentación y Seguridad Vial (CESVI)1, titulado Las horas más peligrosas indica que en la Argentina los accidentes de tránsito se triplican durante la noche, siendo la franja horaria más comprometida la que va desde las 0:00 hasta las 6:00, donde ocurren el 64 % de los accidentes de la jornada. El exceso de velocidad, el cansancio o el sueño, y el mal estado de los caminos suelen ser las causas más citadas, pero también ocupa un papel protagónico la iluminación, o más bien su ausencia; una calle o carretera falta de iluminación se vuelve seis veces más peligrosa que otra iluminada, según ese informe.
Aunque en muchos países no es obligatorio, llevar encendidas las luces de circulación durante el día reduce en 12 % los choques, en 20 % las lesiones y en 25 % las defunciones, de acuerdo con un informe de la Organización Mundial de la Salud que analiza las consecuencias de los choques de auto en tránsito2. El dato no es nada despreciable: sólo con que los vehículos enciendan las luces podrían dejar de producirse el 25 % de las muertes diurnas en las arterias y rutas.
Luz y seguridad
En la Argentina, una ley3 que regula el tránsito establece que todo vehículo ―fabricado en el país o importado―para poder ser librado al tránsito público debe cumplir, entre otras cosas, con condiciones de seguridad activas y pasivas. Ambas tienen por finalidad proteger la vida de las personas, pero mientras que los elementos considerados de seguridad activa contribuyen a proporcionar una mayor eficacia y estabilidad al vehículo en marcha ―y en la medida de lo posible, evitar accidentes― los de seguridad pasiva tienen por objeto reducir al mínimo los daños que se pueden producir cuando el accidente es inevitable. Las luces, el sistema de frenado, los neumáticos, forman parte de la seguridad activa. Por su parte, los cinturones de seguridad, los airbags, los apoyacabezas, son elementos de seguridad pasiva.
Eso significa que cuando una fábrica automotriz quiere sacar un nuevo modelo al mercado debe demostrar que las luces (y otras partes de seguridad) cumplen con los protocolos y regulaciones internacionales.
El organismo responsable de realizar los ensayos para verificar si esto sucede en la Argentina es el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI). En ese aspecto, la tarea no es nada simple ya que en varios modelos suele haber más de 17 faros con diferentes características, además de toda la iluminación interior.
Los técnicos llaman luminarias a las luces traseras y delanteras de los vehículos. Una luminaria está compuesta por el faro (unidad que contiene la lámpara, que es el elemento que genera luz), el reflector (la parte plateada del faro) y el difusor, que suele ser de policarbonato.
En el Laboratorio de Luminotecnia del INTI se realizan ensayos que contemplan principalmente la lámpara y el faro propiamente dicho. En las mediciones se emplea un instrumento llamado luxómetro, que es un detector de silicio que mide la iluminancia o nivel de iluminación, que se define como el flujo luminoso que incide sobre una superficie.
También verifican la posición de las luces, existiendo regulaciones según las cuales las luminarias instaladas en los vehículos tienen que tener una relación respecto al eje del auto, para asegurarse que la luz llegue al borde del mismo; también que esté en determinada altura y en todas las direcciones, y que alcance ángulos específicos. Para ello se realiza lo que se denomina metrología dimensional del vehículo.
Los autos y los vehículos de carga deben contar con los siguientes sistemas y elementos de iluminación: 1) faros delanteros, de luz blanca o amarilla (no pueden ser más de dos por par, y tienen luces de alta y baja); 2) luces de posición (delanteras de color blanco o amarillo, traseras de color rojo, laterales de color amarillo); 3) luces de giro intermitentes (de color amarillo); 4) luces de freno traseras (de color rojo); 5) luz para la patente trasera; 6) luz de retroceso (blanca); 7) luces intermitentes de emergencia; 8) sistema de destello de luces frontales.
Está prohibido utilizar faros diferentes a los establecidos por ley, salvo hasta dos luces “rompenieblas” y, sólo en caminos de tierra, faros “buscahuellas”.
Algunos vehículos deben incluir luces adicionales. Entre ellos, los camiones con acoplado, las grúas, los destinados al transporte de pasajeros, los vehículos de bomberos, ambulancias y policiales, y la maquinaria especial (auxilio, recolección y reparación).
De la lámpara de aceite al láser
Tal vez te resulte sorprendente saber que las luces de los autos no fueron siempre como las que ves hoy. Aunque te cueste imaginarlo, los primeros automóviles empleaban faroles con velas, candiles de petróleo o aceite (como los que se usaban en la calle). En realidad, era el mismo mecanismo de iluminación que el utilizado entonces por los carruajes de tracción animal.
“Una noche de luna llena aporta una visibilidad que puede acercarse a un nivel de iluminación del orden de medio lux. Con esos coches teníamos algo equivalente, es decir, servían para que los que estaban caminando pudieran ver que llegaba un vehículo, más que el vehículo pudiera ver un objeto que estaba enfrentado”, dice el ingeniero Eduardo Yasan, a cargo del Laboratorio de Luminotecnia en el Centro de Investigación y Desarrollo de Física del INTI, en Buenos Aires.
En 1885, con el automóvil de motor de combustión, se pasó a las lámparas de gas y luego a las bombillas incandescentes. Éstas, además de aumentar la potencia luminosa y la durabilidad, volvían más fácil el mantenimiento en relación con sus predecesoras. No obstante, tenían poco flujo luminoso, entendido este como la medida de la potencia luminosa percibida.
Fue necesario esperar hasta 1960 para recibir a los faros halógenos que, con un alcance superior a los 100 metros de distancia, marcaron un nuevo estándar para el automóvil. Aún hoy siguen utilizándose en muchos modelos.
“Utilizaban gases combinados que eran halogenuros de yodo; permitían una mayor temperatura de funcionamiento
y a su vez una recombinación de la evaporación del tungsteno sobre la parte más caliente que era el propio filamento, lo que les daba mayor vida. En condiciones normales de funcionamiento llegaban hasta 2000 horas de vida, pero en los autos ese lapso se acortaba a causa de las vibraciones”, señala Yasan.
Led, láser y faros adaptativos
La evolución siguió su curso y, en 1991, aparecieron las ópticas de xenón que aportan una iluminación todavía más potente, cansando menos la vista. Pero el verdadero punto de inflexión en la evolución de los faros surgió en el año 2000, con las luces de led .
Los ledes proporcionan aún mayor alcance, ofrecen una duración muy superior y ayudan a sumar otro aspecto, el que ha sido llamado la vertiente estética. Por la libertad que otorgan, se están convirtiendo en fuente de inspiración para los diseñadores, porque permiten dibujar imágenes luminosas “a la carta”.
“La ventaja del led es su alta eficiencia. Si la lámpara incandescente tenía 10-12 lúmenes por cada watt de consumo, la de xenón alcanzaba el doble —20 lúmenes por cada watt consumido―, y ahora los ledes llegan a los 180 lúmenes por cada watt consumido. Eso significa que tenemos mucha más luz a igual potencia”, agrega Eduardo Yasan.
Recordemos que la diferencia entre el lux (unidad de iluminancia) y el lumen (unidad de flujo luminoso) consiste en que el primero toma en cuenta la superficie sobre la que el flujo luminoso se distribuye. Por ejemplo 1000 lúmenes, concentrados sobre un metro cuadrado, iluminan esa superficie con 1000 lux. Los mismos mil lúmenes, distribuidos sobre 10 metros cuadrados, producen una iluminancia de sólo 100 lux1.
“Respecto a los avances de la tecnología aplicada a iluminación automotriz, en los últimos años hemos visto un gran progreso con la implementación de los faros de xenón, los faros direccionales que se activan según el movimiento del volante, la tecnología led y la implementación de los DRL (Daytime Running Lights) que en nuestro mercado son obligatorias desde 2014”, dice el ingeniero Alan Joel Alemani, especialista en Iluminación y Carrocería para Focus y Ranger de FORD Argentina.
“Lo importante en la iluminación de un vehículo es proveer al conductor de la máxima visibilidad posible, sin perjudicar la visibilidad de los demás conductores que circulan en su entorno”, agrega Alemani.
En tal sentido, las automotrices han implementado nuevas funcionalidades como las luces adaptativas. “Según la situación de manejo que se presente, el auto cambia de manera automática de luces bajas a luces altas, maximizando así el campo de visión; por otra parte, cuando se detectan vehículos acercándose de frente, retorna a luces bajas para evitar el encandilamiento”, explica.
El desarrollo de la tecnología led ha permitido profundizar el concepto de iluminación adaptativa. “Los vehículos analizan los patrones de movimiento de volante, velocidad y posición del GPS para detectar, por ejemplo, un cruce de calles y ampliar lateralmente el campo de iluminación a fin de visualizar obstáculos en los laterales”, señala Alemani. Otras fábricas, como BMW y AUDI, apuestan a las luces láser que, según dicen, amplificarían por dos el rango de visión de los ledes, alcanzando al menos los 600 metros de distancia. Como ya anunció una de ellas en un comunicado de prensa, en la cuarta temporada del i8, refiriéndose a su deportivo híbrido, “las luces láser aparecen como la nueva opción al led, poniendo a la noche tan cerca del día cómo nunca antes se había visto”.
“En realidad, la luz emitida por el faro no es láser, sino que dentro del faro existe un láser que genera un haz de luz azul.
Esa luz azul es direccionada hacia pequeños espejos que la reflejan a una lente con fósforo (fosforescente). El fósforo, a su vez, al reaccionar por la luz que lo incide, emite una intensa luz blanca que es proyectada a través de un reflector y una lente”, dice Alemani. La principal ventaja de los láseres, frente a los ledes, es que son más eficientes, ya que consumen menos y emiten más luz. “Además, al ocupar menos espacio, se flexibilizaría el diseño de los faros, permitiendo el desarrollo de nuevas funcionalidades”, señala.
Por el momento es una tecnología costosa. El tiempo dirá si prospera, y si la iluminación de los vehículos podrá finalmente emular la luz natural del día.
Cuando eso suceda, la preocupación por la oscuridad de la abuela Mercedes, probablemente quede archivada en el baúl de los recuerdos.
1 CESVI. Seguridad vial. Horarios de accidentes. Las horas más peligrosas.
2 OMS, Informe Mundial de los traumatismos causados por el tránsito.
3 Ley de Tránsito N° 24.449, artículo 28.
Claudia Mazzeo (Argentina)